miércoles, enero 24, 2007

Top Model

Europa me ha servido para descubrirme a mí mismo, pero descubrir que puedo hacerla de modelo para promocionar la venta de ropa no estaba en ninguno de mis planes y retos!!!

Pero creanlo o no, mi amiga sueca Hanna y yo somos lo que aparecemos de modelos en la página de la organización. De Hanna, delgada y rubia es facil creerlo, pero de mi ya cuesta bastante: yo salgo posando con el súeter y ella con una camiseta manga larga.

La dirección es la siguiente: http://www.corrymeela.org/gallery.aspx

Cuentos de cipotes

Con 90 años a cuestas y nacido en las primeras décadas del siglo pasado, Tío Periquito formó parte de la generación de los que vimos la luz en los convulsionados años 80, esa amalgama de salvadoreños que nacimos en medio de las balas de fusiles rusos y norteamericanos. De esa generación que nos levantábamos temprano el domingo para prender aquellos televisores blanco y negro, Sanyo o Hitachi, que necesitaban un par de minutos para calentar los famosos bulbos, y así poder verlo cantar “la tortuga tuga tuga, va caminando nando nando”, aquella letra simplona pero llena de pureza infantil; para ver a Chirajito sacar sus lentes de “conta-y-to” y que eran más grandes que su cabeza, para ver a Pizarrín arreglarse el pelo con su peine rojo que más parecía machete y ver a Prontito dar bolsitas que llevaban dentro cuadernos de la librería Hispanoamérica y Chocolatinas Foremost, además de la dotación de “Chibooooooooola o naaaaaaada” para todo un mes. Todo ello por llegar a cantar alguna canción a Jardín Infantil.

Fui parte de esa generación que vio como Maradona sentenciaba con un maravilloso gol a la Inglaterra de Lineker y compañía y cuatro años más tarde un calmado Andrea Brehme se cobraba la afrenta a Europa fusilando al entonces revelación Goicochea y arrebatándole a Maradona la copa de las manos. Fui parte de esa generación que vio como la “Chelona” Rodríguez sacaba un zapatazo desde fuera de área y le quemaba las manos al portero tico Gabelo Conejo y de cuando le ganamos a México 2 – 1 en el estadio Cuscatlán con un gol de Renderos Iraheta.

De esa generación que creció viendo los goles de Díaz Arce en el Dragón y del “Lagarto” Ulloa en el Acajutla, de la genialidad de “Chencho” Cienfuegos en el Firpo y las de Raúl Toro en el Alianza, de la rapidez de Percibal Piggot en el Cojute y de la dureza de las barridas de Castro Borja en el Marte y de la seguridad de “Nicky” Chávez en el FAS.

De esa generación que crecimos viendo con la boca abierta a Alfredito y Manyula y asustándonos cuando pasábamos por el puente colgante del Zoológico o tratando de no mojarnos en la catarata del Saburo Hirao o gritando de miedo o emoción cuando el viento movía las góndolas del Teleférico.

De esa generación que creció viendo el noticiero chafa de COPREFA, o al Mayor llamando “piricuacos” a la gente de la izquierda y aparecías muerto al otro día, aparte de que decía que Duarte era una sandía por ser “verde por fuera y rojo por dentro” y el pobre hombre solo sabía besar la bandera de Estados Unidos o cuando Fidel Chávez iba para presidente compitiendo con Fito Rey (me acuerdo aún de la canción: Fiiiiiiiiiito Rey, Fiiiiiiiiiiiito Rey, tiene todo para gaaaaaaaanar ¡Fito Rey!) y Manuel Ungo que iba por la coalición. Ganador de ese tumulto: Alfredo Cristiani.

De esa generación que soño con Mazinger Z y "Super Pan" del Barrio Cuatro Calles, Chiquilladas, El Chavo del Ocho y los Transformers, Gordian El Guerrero, Pandamonium, El Capitán Centella, El Hombre Plástico y Hula Hula, los Muppets Babbies; los Thundercats (nunca se me van olvidar cuando aparecieron los Luna Attacks, puta, que vergón fue) y las Pato Aventuras, como Gargamel corría tras los Pitufos, viendo a Alf intentaba comerse al gato de la familia o cargar las pilas de Vicky, la pequeña robot; cuando aprendíamos sin querer mitología griega viendo a Ulises y su pequeño Nono (alguien tiene un clavito?); y cuando Arnold trataba de caerle a la muy rata de la Wendy en los Años Maravillosos.

Crecimos viendo como se le inflaba el ego a Daniel Rucks cuando bailaba con la Gloria Trevi, cuando regalaba “Tropi-planchas” para la época que quitaban la luz ocho horas diarias y cómo la mara la socaba en “la puerta del tesoro” y “toca, bebé, toca”. De Fin de Semana no digo nada porque lo pueden ver ustedes mismos porque es exactamente la misma idiotez de hace 20 años.

Se acuerdan de cuando sólo habían churritos y quesitos, de que había RCola y Oranjal, de que sólo había leche Ceteco o IRA 26, de que Pedro El Untado promocionaba Margarina Mirasol, de que salió una gasesosa que se llamaba Coffee Cola y otra Tropi-mango, de los carros Yugo y Lada Samara, de los zapatos Turbo y Cougarcito, de los yo-yos con luces que vendían en la Feria Internacional y de los trompos Duncan.

Cómo olvidar a Gonta y Nopo, de los programas chafas japoneses comon Puedo Hacerlo Yo y Matemática 1,2,3, de Canal 10...ah, pero como disfrutaba viendo el Conde Pátula.

De cuando las mujeres gritaban por Menudo, cuando Jhosse y Lora salió bailando “El Tilinte” en Siempre en Domingo, cuando la mara andaba con camisas de “Freddy Zelada vive” y cuando la Xuxa fue la primera en alborotarnos las primeras hormonas y de cuando hacíamos el ridículo cantando el Disco Chino de Enrique y Ana.

Bueno, paremos de recordar.

P.D. Yo hice el ridículo dos veces cantando en Jardín Infantil, una en el Show del Tío Memo y otro tanto más en el Show de la Tía Bubu
P.D.2 Si alguien quiere hacer aportes con sus recuerdos a este post, adelante!!! Todas las pendejadas ochenteras son bienvenidas.

viernes, enero 12, 2007

Visita oficial


El año comenzó con la visita de Adriana Valle, la muy querida canciller de la república de Internet y, después de Carlos Dada, la persona más andarina y viajera que he conocido. Ella había pasado sus fiestas navideñas en Edimburgo, en Escocia, así que le quedaba a un paso de venirme a ver y lo hizo.

Me siento un poco apenado con la Adri, porque sentí que no la recibí con las ganas que se merecía. Pero en esos días me pegó la gripe más fuerte que me ha dado hasta ahora (la venía arrastrando desde que estuve en Alemania y, por suerte, me terminó de pegar justo un día despues de que se fuera), estaba medio ahuevado por la regañada que me dieron por aparecer dos días tarde después de las vacaciones de navidad (me sentí tipo crack del fútbol que aparece tarde a la concentración) y porque venía de andar jodiendo más de dos semanas por medio mundo y ya el cuerpo no me daba más.

Bueno, aún así, me dio tiempo y animos para ir a Giant’s Causeway y al Castillo de Dunluce, una edificación medieval que servía de fortaleza para la lucha entre los antiguos clanes irlandeses (será un próximo post pronto, lo prometo) y que nos gustó mucho a los dos. Claro, también fuimos al Central Pub, sitio al que siempre da gusto llevar a los amigos. Por su cuenta, Adri estuvo un día en Belfast y también fue a Derry, la ciudad donde fue la masacre del Bloody Sunday, y que me parece la más bonita de este país.

Entre las chambreadas que nos dimos en ese tiempo, surgió la idea de que la fuera a visitar Suecia, donde está estudiando su maestría, e ir a Edimburgo y quedarme con su prima. Al momento de escribir esto, el viaje a Suecia ya está realizado y dentro de poco planeo ir a la ciudad “joya de la Corona Británica”.

Con la canciller nos une una buena amistad. Y es que aunque estudiamos juntos en el Externado y un semestre en la UCA y compartimos un montón de amigos, creo que nuestra amistad comenzó cuando trabajábamos en aquel lugar tan especial que era la segunda planta de la redacción de La Prensa Gráfica. Ahí fue cuando comenzó nuestra joda con ese montón de mara de la que tengo buenos recuerdos: el Vladi, el Gato, Yahir, el Guille, el papá Andy, el Chelato Díaz y la prima Keny; y ya después la mara de LPG Vagos: Segura, Boris y Erick Tricks.

Nunca voy a olvidar las fiestas navideñas y las del Día del Periodista que compartimos con la Adri y esa mara, primero porque la mayoría de ellas fueron en mi casa y me tocaba limpiar el gran desvergue después. Puta, como olvidar la falda “vueluda” de la Adri que causó sensación entre el público masculino y cuando Yahir estaba afilando la lanza tratando de seducirla. El baile erótico de la niña Keny y la Sexybel y el discurso cagado de la risa de Maitu cuando ya ni atinaba lo que decía.

Aún hoy me mato de la risa de las grandes vergueras del Juan José que se quedó dormido en mi cochera y que hasta un candela, un pedazo de limón y un sombrero para recoger el pisto le pusimos a la par. La segunda vez que se puso a verga y se durmió lo hallé dormido a media calle enfrente de mi casa. O cuando el Guille bien a pija bailaba el “paso de la monja loca” y como a las 5 de la mañana seguían hablando carburo con el Gato y nunca se iban... hasta que salió mi abuelita a ver qué diablos pasaba a esa hora y yo ya estaba bien raneado en la hamaca del patio jajajajaj . Ya a esa hora el Guille bien a verga se llevó el montón de tortas mexicanas que habían sobrado y sólo alcanzaba a decirme con aquella su gran voz de bolo chichipate: “No te estamos hueviando nada, Christian, sólo son las tortas para el bajón, vaaaaaaaa...progesor”.

A Adri le agradezco que estuvo en un momento especial, cuando Metzi me falló y me sentía confundido. Ahí estuvo siempre: apoyándome. Fue de ella que oí un buen consejo y dejé de tenerle miedo a estar solo, a entender que se pueden hacer grandes cosas por cuenta propia, a vivir la vida y disfrutarla. Y aquí estoy: haciendo un trip que siempre había querido, con un futuro limpio enfrente y con nuevos sueños y metas. Gracias por eso, Adri.

Y aunque siempre estemos “peleando” sobre política, porque aunque tenemos la misma idea de país, el mismo sentido de justicia e injusticia y una vocación por tratar de arreglar las cosas, tenemos formas diferentes de pensar sobre el camino a tomar; pero eso no quita que sienta una gran admiración por su inteligencia y que sea figura irremplazable “en mi gabinete imaginario cuando un día lleguemos al gobierno”.
Aun huele a azufre, verdad, Adri?

miércoles, enero 10, 2007

Alemania, cuna de Juan Carlos Guidos



Comencemos con lo verdaderamente esencial de este viaje a las tierras germanas y lo que Marta y Dennis, en reconocimiento al apego de los hechos, esperararían ver con lujo de detalles. Yo, como autor de los hechos tan vergonzosos que pasaron, reconozco que me sentí como auténtico pipil y pariente del "fuhrer" Juan Carlos Guidos cuando vio los barcos llenos de hombres blancos y barbados.

Bueno, como me gusta pensar que soy el Quijote, titularía este capítulo tal como lo haría el bueno de Miguel Cervantes de Saavedra y más o menos iría así:
Que trata del donoso sahumerio que habría de provocar el gallardo viajero al enfrentarse a un artefacto de seña desconocida y de diversos acontecimientos de triste recordación en esta grande historia


Bueno, el donoso sahumerio fue que casi le prendo fuego al apartamento de los Tejada Escoto en Stuttgart cuando quise poner a tostar un pan francés en un artefacto de seña desconocido, es decir, un hornito microondas que al mismo tiempo era tostador (y que Marta no me dijo!!!) y que para colmo y remate de males estaba en alemán.

Los diversos acontecimientos de triste recordación fue que el pinche pan francés agarró fuego porque encendí los dos hornos al mismo tiempo y el volado comenzó a echar más humo que un bus de la 33, de esos que salen a la par del Simán Centro y que van al Plan del Pito. Casi me asfixio cuando abrí la puerta del hornito y sólo alcancé a tirar el pan al lavatrastos para que se apagara. La cocina se llenó de humo en segundos, quise abrir la ventana y los muy malditos alemanes las hacen bien raras y, cuando jalás toda la manecilla, se desploman pero no se abren del todo. Así que lo único que logré fue abrir una media rendija.

Me puse a zocar que ya iba a sonar la alarma contra incendios, porque mi experiencia acá es que medio humo de cigarro, incluso las secadores de pelo, las activan. Y cómo les explicaba a los bomberos que sólo había sido un pan que agarró fuego si no sé nada de alemán y es mentira el mito que todo mundo habla inglés (en Suecia y Noruega sí, pero en Alemania no todos). Aparte, la multa por una falsa alarma es como de 500 euros y ahí se me iban todas las vacaciones por el bendito pan.

Marta y Dennis andaban por el súper comprando las cosas para preparar la cena de navidad y ya sentía que los dueños de la casa, dos viejitos super amables pero ya bastante golpeados por los años y que viven en el apartamento de la primera planta, caían redondos de un paro cardíaco al ver la humazón y sentir la patada a quemado. Porque creánme, era una humazón paloma, sino pregúntente a los Tejada Escoto.

En ese momento, alguien tocó la puerta alarmado y pensé: son los viejitos, hoy sí la cagué. Pero eran Marta y Dennis, que ya regresaban del super, y que estaban afligidos al sentir el olor a quemado. Bueno, ellos apagaron el horno, abrieron las ventanas (y así pasamos un par de horas aún cuando estábamos como a –2 grados). La patada a humo duró varios días, no sé cuántos, porque nos fuimos a Barcelona todos juntos a pasar fin de año y todavía seguía oliendo.

El último párrafo de esta historia queda a cargo de Marta y Dennis, para que cuenten su lado de los hechos y lo que sucedió después... esperamos entonces.


Al borde de la Selva Negra

La mayor parte de mi viaje en Alemania lo pasé en la ciudad de Stuttgart, ubicada al sur del país y capital del estado de Baden-Wurttemberg.

Ahí Marta está estudiando una Maestría en Ingeniería en Producción de Energía Nuclear, para después aplicarla en el país usando como materiales radioactivos componentes que sólo se hallan en ciertas zonas de allá como guisquiles, caimitos, pipianes y semillas de paterna. No, pajas. Es una maestría en control ambiental de calidad de aire, desechos sólidos y agua contaminada. O sea que es menos complicado la producción de energía eólica usando jocotes de corona que lo que está sacando ella. Y bueno, ella vive con su esposo Dennis, que también está sacando una Maestría, pero en Economía, y ahora trabajando en la Hewlett Packard.

Stuttgart es una ciudad con casi 2 millones de habitantes, la sexta más poblada en Alemania, y sede de importantes empresas nacionales como la Daimler Chrysler (en pocas palabras, la Mercedes Benz), la Porsche y la Bosch. Tanto la compañía de la estrella de tres puntas como la marca de la yegua negra tienen imponentes museos sobre la historia del automovilismo y de sus modelos. Aclarando, el símbolo de la Porsche no es un corcel, esa es la Ferrari, sino como dije una yegua negra, porque Stuttgart fue fundada precisamente alrededor de los antiguos establos del duque Liudolf Von Schwaben.



La ciudad, que fue casi destruida completamente por las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, gira alrededor de la Schlossplatz, una gigastesca plaza rodeada de extensas áreas comerciales y por dos palacios, el Neues Schloss y el Altes Schloss. Al final nunca supe cual era cada palacio porque yo creo que ni Marta estaba segura.

Stuttgart cuenta también con una imponente catedral, que se ve desde todos lados, pero a la que es difícil acceder y sólo se llega por una intrincada red de pequeños pasajes (tal vez yo lo sentí así porque era la época navideña y el lugar estaba abarrotado de negocios. Pero sea como sea la ciudad se ha comido todos los espacios alrededor de ella).

La ciudad es la cuna de importantes personalidades mundiales, entre las que destacan el filósofo Federico Hegel, de cuyo museo quedé profundamente decepcionado, ya que sólo tenían el gorrito del compadre y unos cuantos libros de él; Gottlieb Daimler, inventor del primer automóvil y de la primera motocicleta; Fernindad Porsche, fundador de la marca que lleva su apellido y del Escarabajo de la Volkswagen; y de Jurgen Klinsmann, aquel delantero que era mi ídolo cuando yo estaba pequeño y que conformaban una dupla letal junto con Rudi Voeller.

Una de las cosas que más me encantó, de verdad que me hizo sentir como el Señor de los Anillos, fue la ciudad medieval de Esslingen, que cuenta con un mercado que inició hace más de mil años. Es impresionante como se mantienen tradiciones literalmente centenarias, la gente se viste a la antigua usanza y los puestos de venta lucen como en la Tierra Media. Estoy seguro que la Fiera no hubiera querido salir de ahí, digo, el es un hobbit y se hubiera sentido a sus anchas.


Mercedez Benz, orgullo germano

Stuttgart fue la cuna del automovilsimo. Fue acá, que de manera simultánea, tres ingenieros inventaron un motor que dotaba del suficiente impulso y energía a un carruaje de movimiento independiente. En una zona de la ciudad trabajaban Gottlieb Daimler, ayudado por Wilhem Maybach, mientras que en otro sector hacía lo mismo Karl Benz, todo ello sin conocerse.

Ambos fundaron compañías independientes hasta que en los años 20 decidieron fundirse para hacerle frente a la crisis económica de la postguerra. Ya para ese entonces, los famosos “Mercedes Benz”, el primer carro pensando para satisfacer la necesidad de lujo de las clases pudientes, ya existía. El nombre surgió cuando un distribuidor, Emil Jellinek, empezó a vender en otros países esos vehículos utilizando el nombre de su hija mayor. De ahí viene el bendito “Menche”, y no como la leyenda urbana salvadoreña que asegura que era el nombre de la esposa del inventor.

La Mercedes Benz no sólo es la marca más antigua de automóviles, sino que pronto incursionó en la fabricación de motores de aéreos, marítimos y hasta de zepelines. También fue pionera en la invención de diversos modelos de vehículos terrestres para satisfacer las necesidades humanas. Fue a ellos a los que le debemos el camión, para el transporte de mercancía; la motocicleta y el autobús, para llevar al talego de mara de un solo. También se les debe la invención de la limusina, que sigue su misma filosofía de producir vehículos de gran calidad estética y alta ingenería a un alto precio pero sin demasida distribución. Aunque el carro mád popular de la historia y el más accesible durante décadas, el Volkswagen Escarabajo, fue probado y creado en sus plantas de producción a partir del diseño de Fernindad Porsche.




El otro gran hito de la historia de la Mercedes Benz fue el diseño de modelos de alta velocidad. Fueron ellos los que aplicaron el aerodinamismo a los vehículos, cambiando la antigua concepción de coches de caballo, altos y cuadrados, por modelos más bajos y con líneas redondeadas. Realmente da orgullo ajeno ver como se iban poniendo metas y las cumplían con creces. En 1902, la meta era superar los 60 kilómetros por hora y ya para 1904 hablaban de quebrar “la histórica barrera de los 100”. En 1908 ya tenían vehículos que corrían 125 kilómetros y, dos años más tarde, el Rennwagen se convertía en el medio de locomoción más rápido de su tiempo, incluso más veloz que un avión o un tren, al alcanzar los 228 kilómetros.

Fue de esa pasión por la velocidad que surgieron las legendarias Silberpfeile, o Flechas Plateadas, que fueron amas y reinas de las competencia y carreras durante 40 años y que se retiraron del mundo del automovilismo justo en la cúspide, cuando eran comandadas por el mítico piloto argentino Juan Manuel Fangio. Pero esa es una historia que pienso contar en La Prensa Gráfica y ojalá me la publiquen algún día. Hasta entonces, tengan paciencia.






Munich, el centro de Bavaria

Mi viaje por Alemania me llevó a Munich, capital del estado de Baviera y la tercera ciudad más importante de Alemania, con una población de 2.7 millones de personas. Como la gran mayoría de ciudades alemanes, Munich fue reducida casi a cenizas durante la Segunda Guerra Mundial, aunque tuvo la suerte de que los aliados intentaron cuidar los monumentos históricos más importantes.

Munich es una de las ciudades con más historia de Alemania, tan larga que llega al tiempo de los romanos, cuando estos tenían un asentamiento en ese lugar. Aunque la primera mención de Munich ocurrió en el año 1158, cuando Henry El León, duque de Sajonia, autorizó la construcción de un puente sobre el río Isar al lado de un convento de monjes. Actualmente, el escudo de armas de la ciudad es un monje sosteniendo una Biblia roja en la mano, para recordar sus orígenes

Una distintiva de Munich, a diferencia de muchas ciudades alemanes, es que es eminentemente católica y no protestante, llena de imponentes iglesias y cuyos campanarios dan a la ciudad la imagen de un gigantesco alfiletero. Mi primera parada fue la Miakelkirche (o Iglesia del Arcángel San Miguel)), un santuario muy bello por fuera y con un altar bellísimo por dentro y que está regentado por la Compañía de Jesús. Cerca se encuentra la iglesia más importante de todas, la Frauenkirche (o Iglesia de Nuestra Señora. La traducción exacta sería Iglesia de las Mujeres, pero en sí hace referencia a María, por lo que encontré en Internet que la equivalencia más acertada sería Nuestra Señora.

Los campanarios de la Fraunkirche dominan toda la ciudad con sus 100 metros de altura y finalizan en unos extraños domos verdes que le dan un aspecto medio musulmán u oriental. La Iglesia de Nuestra Señora es muy sencilla por dentro, con un largo salón enteramente pintado de blanco rematado a los costados por una hilera de columnas bastante continuas que dan la impresión de que el edificio no cuenta con ventanas.

La iglesia es la tumba de lo más importantes reyes y duques de Baviera, aunque para ser sincero, y a pesar de las explicaciones de Marta (porque todo estaba en alemán y no entendía), a mí sólo me sonaba el nombre de Luis IV. Aún me acordaba un poquito de las clases del Padre Ibáñez y la de Chusito en el Externado en las que hablaban de Luis El Germánico, que había sido uno de los últimos emperadores romanos.


Apenas a un minuto de ahí, se encuentra la Marienplatz, centro de la ciudad y que sirve de fachada a una de las alcaldías más bonitas que he visto: la Rathaus del Glockenspiel, cuya característica más distintiva en su gigantesco reloj “cucú”, el más famoso del mundo, y que narra una historia medieval de amor, la del duque Wilhem V luchando por su amada Renata de Lothringen. Yo ya había visto imágenes de ese gigantesco reloj y sabía que estaba en Alemania, lo que si no sabía es que estaba en Munich. Igual, tuvimos el placer de contemplarlo junto con Marta y Dennis.

Lo que sí sabíamos de la Rathaus era que contaba con la “imponente” estatua de un dragón verde tratando de escalar una de las columnas del edificio. Va de buscarlo y nada que aparecía el bendito dragón, entramos al patio central y nada, le dimos la vuelta al edificio y nada. “Pero la guía dice del dragón”, repetía Marta. Al final, cuando dimos por vana la búsqueda, nos fijamos en una pequeña estatua en una de las esquinas del edificio. De dragón y de imponente nada, pero de tenguereche gordo y crecido tal vez.

Como fue una visita de un día, y el tren duraba unas tres horas y media, fue un viaje cansado y no pudimos ver bastantes lugares interesantes y de gran importancia histórica en las afueras de la ciudad como el Palacio Schleissheim, el tercer palacio barroco más grande de Alemania; el Palacio Nymphenburg, cuna del rey Maximiliano Enmanuel II; y la casa del parlamento bávaro o Maximilieaneum.

Lo que sí nos dio tiempo de ver fue el pequeño museo de la BMW, la principal empresa de esta ciudad, y el Estadio Olímpico, construido por Hitler. Sólo como un dato histórico más, el Nazismo (antes y después de su llegada al poder) tuvo uno de sus principales bastiones en esta ciudad.


Ludwingburgo
El Castillo de Ludwingburgo es el principal edificio de estilo barroco de Alemania y el segundo de Europa, después del reconocido Palacio de Versalles, en Francia, y está ubicado a unos 12 kilómetros de la ciudad de Stuttgart.

Fue construido entre los años 1718 y 1723 por orden del Eberhard von Wurttemberg, quien al principio pensaba construir una residencia veraniega, pero lo terminó como un suntuoso palacio sólo para demostrar su poderío y riqueza. Aunque la primera piedra de la edificación fue colocada oficialmente en 1704.

A principios de 1800, y bajo el dominio de Napoleón Bonaparte, el palacio sufrió una profunda transformación y perdió mucho de su estilo barroco por decisión del entonces duque Friederich I, quien había sido ascendido a la categoría de rey por orden del estratega francés.

Pensándolo en modernizarlo, de acuerdo a las nuevas tendencias francesas, Friederich I le imprimió un estilo Rococó, especialmente en sus habitaciones personales y en la capilla privada de los miembros de la realeza. Esta última es algo infinitamente precioso y junto con el teatro del castillo, el más viejo en Europa en funcionamiento, son unas joyas arquitectónicas de su época.

Durante los últimos años de Friederich I y Napoleón, Ludwingburgo cayó en declive, ya que fueron derrotados por el zar ruso Alexander I, con los correspondientes costos en hombres y en dinero. El nuevo rey, Wihelm, abandonó definitivamente Ludwingsburgo y prefirió iniciar la construcción de sus propias residencias: Wihelma y Rosenstein




P.D. Muchos se preguntarán por qué titular a Alemania como la cuna de Juan Carlos Guidos. Para los del Externado no es nada nuevo, pero los demás se merecen una corta explicación: Juan Carlos Guidos fue un compañero mío del colegio con los rasgos más autóctonos que he visto. Se han fijado en la estatua que está frente a la Despensa en Antiguo? Pues ese es Juan Carlos en persona. El mero indio Atlacatl vivito, coleando y gordo. Yo estoy seguro que si los mexicanos le sacan ADN al compadre pueden volver hacer nacer a Moctezuma. Cuando yo ya conocí a Juan Carlos ya venía con un apodo que nunca se lo va poder quitar: El Indio Guidos.

Bueno, pues con el Indio estábamos en la entrada de El Imposible, esperando comenzar la gran camellada, cuando de repente venía un grupo de chavitas y se le ocurre la brillante idea de decir en voz alta: Hagámonos pasar por turistas alemanes!!! Ya se imaginarán la perplejidad del grupo al oír eso. El que menos tenía de dos metros de altura, piel blanca, cabellera rubia ceniza y ojos azules, se le ocurre salir con eso. Era demasiado. Desde entonces el Indio sumó dos apodos más: El Fuhrer o el Kaiser, por su notable ascendencia aria.

Valencia, calor español



A Valencia llegué sin proponérmelo en lo absoluto. El viaje a España estaba planificado para pasarlo sólo en Valencia y darme una fugada rápida a Andorra. Lo que pasó es que la mamá de la Clau, mi amiga quien está viviendo en Barcelona junto con su esposo Tomás, se enfermó y ella tuvo que irse a EUA. Para colmo y remate, a Marta y Denis les agarró la locura y compraron el boleto de regreso a Alemania para el 31 de diciembre. Así que me quedaba yo solo en la Ciudad Condal para pasar mi año nuevo.

Tenía algunas opciones, no la veía tan negra. Armando y Neus estaban en Barcelona en esos días y también me podía quedar con la Chipus y su esposo Iker. Pero comencé a barajar otras cartas: estaba Geovani en Madrid y mi querida sequita en Valencia, donde esta estudiando su maestría en Marketing. Le llamé a la Viole y me dijo que me fuera, el pasaje era super barato y el tren sólo se tardaba 3 horas. De esa forma fue que llegué a Valencia.



Al principio, Valencia no me pareció tan impresionante como Barcelona, pero es que esta última es más bulliciosa y está construida y volcada a atraer turismo. El primer tour fue un poco desalentador: el centro estaba bastante sucio y los dos lugares “turísticos” a los que fui, La Lonja de la Seda y el Mercado Central me parecieron bonitos pero no para decir que vergón, ya me puedo morir en paz.

La Lonja de la Seda es un monumento gótico, tal vez el más importante de su tipo en España, y era utilizado como juzgado para resolver los conflictos entre mercaderes. Destaca mucho el Salón de las Columnas y sus decoraciones en altorrelieve, que causaron mucha controversia porque son gárgolas en posiciones sexuales eróticas y medio degeneradas. Mientras que el Mercado Central es uno de los más grandes a cielo cerrado en Europa y me dieron el chambre de que fue construido con los materiales sobrantes de la Torre Eiffel. Pero creo es que paja porque nunca hallé información de ella y los tiempos de construcción no cuadran.

Destaca también la Catedral, construida en 1262 sobre un antigua mezquita árabe y cuyo punto más alto es su torre – campanario conocido como el Miguelete, desde donde se puede observar gran parte de la ciudad. Detrás de la Catedral, se encuentra la Plaza de la Virgen y la hermosa Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, cuyo interior es una de los mejores en los que he estado.




El otro punto de interés turístico de la ciudad es la Ciudad de las Artes y las Ciencias, un gigantesco complejo diseñado por el famoso arquitecto Santiago Calatrava y que incluye el acuario más grande de Europa (aunque el de Londres dice lo mismo también); el Palacio de Artes, que funge como teatro; el Museo de Ciencias, construido como un esqueleto de dinosaurio; y L’Hemisféric, una sala de proyecciones con tecnología IMAX





Pero caminando Valencia en medio de sus callejones es cuando se comienza a descubrir su verdadero encanto. Así fue que vi dos iglesias, pequeñas y sucias por fuera, soterradas por el peso de los años y por soportar tanto llanto de viejas beatas, pero asombrosamente lindas por dentro. No estoy seguro de sus nombres, pero creo que una era los Santos Juanes y la otra era El Patriarca. De ninguna me quedó foto porque cuando pude entrar no andaba la cámara ni el trípode y cuando quise regresar las hallé cerradas.

Es esos callejones que uno descubre la España que uno siempre ha pensado: adormitada cuando quiere, pero llena de vida cuando lo desea; con aquel calor de gente que la diferencia de Europa, excepto tal vez por Italia; con aquella comida que deja de parecer extraña, pero a la vez se hace tan familiar.









Por último fui a la playa de Malvarrosa, donde pasamos con la Viole y sus compañeros la inquebrantable tradición de ir al mar el primero de enero; y el último día visité las Torres de Serrano, construida en 1398 y que es el más antiguo vestigio que queda de las defensas de la ciudad. La otra entrada, las Torres de Quart, estaban cerradas y no las pude visitar.

Mientras que el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, es el mejor en el que he estado en Europa hasta el momento, posiblemente a que cuenta con un clima más cálido. Lo que me llamó la atención ahí fue la sobreabundancia de gatos, que no sabía si eran callejeros o eran propiedad del complejo. Sea como sea habían docenas.