viernes, diciembre 01, 2006

El Capitán

Hace un par de meses, bueno, justo ahora tres para ser exactos, me acuerdo que estábamos el Cachudo y la Fiera comiendo los benditos tacos shucos de Merliot como a las cuatro de la mañana. Era la última vez que patinábamos juntos antes de las reuniones de despedida que tuve. Para variar, la Fiera ya andaba bien tocado y lo que más se ve viene a la mente que nos pusimos a cantar la música de Los Héroes del Silencio en una rockola. Para variar, nuevamente, la Fiera era el que más desentonaba.

Nunca me imaginé cuando salí de allá que iba ver al Cachudo en estas tierras y que íbamos a cantar nuevamente Los Héroes del Silencio. Esta vez no con una pílsener o con un ron Flor que Daña en la mano, sino con el whiskey más antiguo del mundo en el hígado.

Pegamos la camellada de la vida por las calles de Belfast, con el montón de maletas en la mano; fuimos a la Calzada del Gigante, que es el sitio turístico más visitado del país; fuimos a Bushmills, una destillería que data de 1600... y la madre; y salimos de parranda con toda la mara al Central Pub.

Para el Cachudo creo que lo más destacado del viaje no es que me visitó, sino que una alemana, que es mi compañera, y que es súper guapa, se enculó de él. Ya ven que el mal gusto abunda en todos lados. Supongo que el encule no terminó en nada porque el Cachudo no tiene la ascendencia aria y todos los rasgos germanos de Juan Carlos Guidos; o bueno, también pesa que las aventuras del Cachudo nunca tienen un final feliz, como bien recordarán los que estuvimos hace unos 6 o 7 años en Metapán.

Por cierto, nos estuvimos recordando que esa vez que el Muancho casi nos mata porque se quedó dormido manejando y ya nos íbamos ir en un barranco.




Alegra ver una cara conocida cuando estas lejos, pero ciertamente alegra más saber que esa cara es la de tu amigo desde que tenías seis años, cuando andábamos con los pantalones cortos cafés del Externado y jugábamos en los columpios a la par del antiguo edificio; cuando nos asombraba cómo Archila cruzaba la piscina sin respirar o las jugadas que hacía el Padre Ibáñez en la cancha de fútbol (la leyanda urbana era que había jugado en el Real Madrid en la misma época que Julio Iglesias) y cuando sacábamos tarántulas o “tunquis” en las canchas de arriba.

Cuando comprábamos chicles “pogo” o coleccionábamos los álbumes de GI Joe o los Thundercats y las tarjetas las comprábamos en la tienda de lámina de la Santíos o íbamos a la biblioteca y sacábamos libros de los 3 Detectives, o algo así era.

Fuimos cheros cuando Celmira era la profesora más buena onda y cuando le dimos jocotes con Baygón a otra profesora (omito nombre para evitar demandas judiciales ja, ja, ja) en sexto grado. Cuando jugábamos en diferentes equipos, Taura para España y yo para Alemania y también cuando jugamos juntos para el DC United ( popularmente conocido también como Las 11 Charras de la Minga). Cuando hicimos los Pericos Pro Ecología, PEPE, (famosos también como los PEndejos Promovidos por Edwin –ya me acordé que la Marielos me dio golpe de estado y me exilió).

Cuando nos mataba de la risa al ver al Joaquín todo enyesado, cuando nos iban a asaltar en el volcán de Santa Ana, bueno, cuando nos asaltaron por la casa de Aguilera y yo me quedé paralizado y el Cachudo ganó la medalla de los 100 metros planos, en la categoría “iba pensando que el mañoso me seguía”.

Me acuerdo cuando jugábamos “bushido” en la casa de él y el Edgar Roswell o el Meme, o los dos, me tiraron una patada voladora y me dejaron todo hecho leña (de eso hasta quedó grabado un video). Fuimos cheros cuando casi le quiebro la nuca porque se nos cayó jugando lucha libre junto con Pedro Panameño. Y ahí estuvo el maje cuando el Tamal me quebró la nariz y me llevaron chineado a la enfermería y cuando me intoxiqué con comida vieja.

Fuimos amigos cuando su primer amor (omito el nombre también para evitar demandas judiciales o verguenzas posteriores) le hizo el cague a la primera fiesta de 15 años a la que íbamos; eso sí, pero nos matamos de la risa cuando tres años después apareció la muy desvergonzada diciendo: “lo siento”.

Creo que nunca vamos a olvidar cuando el Capitán dejó la uña del dedo gordo del pie en un poste de cemento por tratar de pegarle a la pelota, cuando el Chunte le borró la mente de un pelotazo en la cabeza, cuando el Canseco lo tiro en un barranco porque el enjambre de abejas nos seguia en Montecristo o cuando se subió con el carro en los “super sapos” que están en la Bernal con todo y Parra.

Siempre voy a recordar al Cachudo con una botella de frutsi en la mano, con una charamusca, con una gaseosa, con un fresco de esos baratos que vendía la Blanqui en la tienda… y siempre, siempre, pero siempre, tenía la camisa chorreada con lo que estaba tomando.

Por el Cachudo, por la Fiera, por la Rata, por el Muancho, por el Canseco, por el Chupi, por el Cachetón, por la Pollo, por la Kuki, por las gemelas, por toda la gente del “B” y por todos los que fueron mis cheros pero los echaron....Cheeers!!!!!



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