sábado, diciembre 09, 2006

King Christian I


Me acuerdo que la Maru me dijo: Londres lo conocí sola, caminando y con un mapa bajo el brazo. Como también andaba solo, no había más que para el metro y el bus y ya tenía un mapa de los lugares que quería conocer, la fórmula me pareció perfecta para mí también.

Viajar a la capital de Inglaterra, mi primer gran viaje desde que estoy por estos rumbos, surgió más por idea de Violeta que por iniciativa mía. Aquella me dio paja que armáramos un viaje aprovechando un su puente que le iban a dar en la maestría y que nos viéramos ahí. Al final, yo compré el boleto y aquella se rajó en las últimas.

Así que casi sin quererlo terminé en esa gran ciudad, pero que bien lo pasé.

Tomé un bus desde el aeropuerto de Stansted y me acuerdo que me iba cayendo del sueño porque me había despertado bien temprano y por la gripe que llevaba, cuando de repente vi el Puente de la Torre en medio de la ventana. Fue la primera impresión de la ciudad y la certeza de saber que iba a conocer todos aquellos lugares y cosas de las que sólo habia oído, leído o visto en fotografías.

Dos salvadoreños

Lo primero que hice, como me había prometido a mí mismo, fue buscar la Abadía de Westminster y ver la estatua de Monseñor Romero. Comencé a caminar desde la estación de Liverpool Street, con un pequeño escalofrío de saber que ahí habia explotado una bomba en los atentados del 5 de julio del 2005 (mierda, pensé, capáz cae otro bombazo en lo que yo estoy acá) y en esas estabas cuando de curioso entré a un edificio que me llamó la atención. Era el Palacio de Buckingham, la parte conocida como la Galería de la Reina. Qué podía hacer? Yo quería ir a otro lado, pero de seguro la sangre real que llevo dentro dirigió mis pasos hacia ahí.

Después de mi real desvío, caminé hasta que llegué a Westminster y ahí, sobre la puerta principal, en la fachada, no en una puerta lateral y escondida como yo pensaba, en el mero centro, a la par de Martín Luther King, estaba la estatua de San Romero. Me emocioné mucho. Ahí estaba un salvadoreño en medio de las estatuas de los mártires más importantes del siglo XX; un salvadoreño presidiendo la tumba de los reyes ingleses más importantes; un salvadoreño recordado en medio de la tumba de grandes personajes, artistas y científicos como David Livingstone, Charles Darwin, Isaac Newton, Charles Dickens y Rudyard Kipling; un salvadoreño que verá de ahora en adelante todas las coronaciones de los futuros monarcas de este país. Y lo más importante, ahí estábamos él y yo.

Le señalé la estatua a un guardia que vigiliba la entrada de la abadía y le dije con orgullo: Él es de mi país. El guardia sólo me sonrío y me hizo la mirada que solemos hacer enfrente de los locos y siguió con su indiferencia. Yo le sonreí también y le hice la mirada que solemos hacer enfrente de los que no saben nada.


La abadía es un lugar mágico, cuando los ingleses dicen que es el “corazón” del país, creo que tienen toda la razón. De afuera, no parece tan increíble, tan irreal, tan fantástica, como lo es en su interior. Al principio, me chocó cuando supe que había que pagar 20 dólares para entrar a una iglesia. “A lo que han llevado al pobre Jesús”, pensé. Pero adentro no se puede dar un paso sin mirar algo imposiblemente bello.

He tratado de buscar fotos del interior de la abadía en internet, porque es prohibido tomar fotografías.

La Abadía, que tiene más el tamaño de una inmensa catedral que de un pequeño lugar de reflexión, es el lugar de coronación de los monarcas británicos desde 1066, año en que subió al trono Guillermo I. Es más, la silla que ocupó ese rey se conserva y la última en usarlo ha sido la reina Isabel II. Y se seguirá utilizando en el futuro.

La reina de Europa

De ahí los pasos me llevaron a conocer al Big Ben, ubicado justo al lado de la abadía. Es una zona bellísima donde están tan cerca infinidad de lugares turísticos. Londres presume de tener 262 lugares de interés y cuatro sitios considerados Patrimonios de la Humanidad, sólo en su área urbana.

Aunque claro, sólo una ciudad con 7 millones de habitantes, con un tamaño de más de dos veces todo el departamento de San Salvador, con cinco aeropuertos y 270 estaciones de metro puede tener tanto bagaje cultural, histórico y político, como lo tiene Londres.

Cerca del Big Ben, que tiene una altura de 96 metros y un peso de 9 mil toneladas, se encuentran la casa del Parlamento Británico (o el Palacio de Westminster); el Ojo de Londres, que es un enorme mirador en forma de rueda (para ser sincero es una “Chicago” bien vergona) de 135 metros de altura; la casa Sumerset, que es una de las galerías de arte más importantes de Europa; y el Puente Pedestre del Jubileo.





Cerca de ahí se encuentra el London Aquarium, donde vi los tiburones, toqué las mantarrayas (ahí me acordé del pobre Cazador de Cocodrilos) y vi las anguilas eléctricas, como lo mas destacado de la visita. Aunque la hamburguesa que me comí ahí también tiene su mérito en esta historia porque estaba buenísima, tanto, que regresé varias veces a comer ahí.



También visité el London Zoo, y tomando en cuenta que eran 26 dólares de entrada, no llenó mis expectativas. Es decir, es un zoológico grandísimo y con animales rarísimos, pero comparándolo con el Zoológico de Chapultepec, en México, y que es gratis, pues los mariachis ganan. Aunque vi animales que nunca había visto antes como los okapis, de África; el tapir, de Malasia; los hipopótamos enanos, aunque ya he visto un par en San Salvador comiendo en Multiplaza; el dragón de la isla de Komodo; y, me da cólera porque es un animal autóctono de nuestras tierras, el Oso Hormiguero.

También vi los Tigres de Sumatras, del que hice buenas fotos, y sentí una gran lástima de saber que esos animales tan bellos están a punto de desaparecer. Sólo hay 400 viviendo en libertad y no tienen un buen futuro, porque su hábitat está siendo destruido.






Fui al Museo Británico, donde vi por primera vez las momias egipcias, las estatuas del Partenón y la Piedra Roseta.

Los restos de las que fueron las majestuosas estatuas de Poseidón, Iris, Afrodita y Ceres están entre sus colecciones más valiosas y ahora son conocidas como los Mármoles de Elgin. Las estatuas, que estaban ubicadas inicialmente en la fachada del Partenón, son objetos de una agria disputa entre los gobiernos de Inglaterra y Grecia, quien exige la devolución de los tesoros arqueológicos.

Mientras que la Piedra Roseta significa un hito trascendental para la arqueología, ya que gracias a ella se logró descifrar los jeroglíficos egipcios. La hazaña se logró en 1814, cuando Thomas Young logró traducir el texto, y ocho años más tarde Jean Francois Campoillon amplió el trabajo

En el Museo de Historia Natural lo que más me gustó fueron los fósiles de los dinosaurios, vi el de los triceratops y los del Tiranosaurio Rex, y me alucinó ver el del tigre dientes de sable.



Fui a la Torre de Londres, que era la principal fortaleza británica, cárcel para los traidores y prisioneros de alta jerarquía (como Tomás Moro y la reina Isabel I) y lugar de torturas (la gente asegura que el fantasma de Ana Bolena, quien fue decapitada ahí, se puede ver caminando en las noches con la cabeza bajo el brazo).

La Torre Blanca es el edificio principal de la fortaleza de la Torre de Londres y sirvió de la residencia de los reyes británicos hasta 1625, cuando la casa de los Estuardo ascendieron al trono después de la dinastía de los Tudor.

La historia de la Torre Blanca inició cuando Guillermo I, conocido como El Conquistador, ordenó la construcción de una fortaleza para defender la ciudad de Londres. Aunque los romanos ya tenían fortificaciones en esa colina desde el año 50 después de Cristo.

La “Casa de las Joyas”, en el interior de la Torre de Londres, contiene todas las coronas y joyas usadas por la familia real británica desde mil 216. La colección incluye la actual corona de la reina Isabel II, que fue elaborada en 1936, durante el reinado de su padre, Jorge VI, y para cuya elaboración se utilizaron 2 mil 868 diamantes, 273 perlas, 17 zafiros, 11 esmeraldas y 5 rubíes, todos ellos ubicados en 4 arcos de oro puro.

Otra pieza de la colección es la corona llamada “Imperial de la India”, elaborada con más de 6 mil diamantes y dos de las consideradas esmeraldas más bellas del mundo. Esta corona fue fabricada para ser utilizada por los reyes británicos en el exterior, ya que la ley prohibe que la corona oficial salga del país, aunque hasta el momento nunca ha sido usada.

Y para la vida nocturana, les cuento que fue un fracaso. Primero, estaba solo; segundo, a la familia con la que estaba, que eran buenísima onda, pero no les vi talles así de jodarría. Y tercero y para rematar, cuando me anime a ir al Hard Rock Café, no me dejaron entrar porque había una fiesta privada. Así que ni modo, solo por eso regresaré.

Así que aparte de eso y el hecho de que me aburriera que toda la gente me gritara “Prince William” cuando iba pasando... la pasé de maravilla.

Bueno, creo que ya se cansaron de leer y yo de escribir, así que hasta la próxima.


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