lunes, febrero 05, 2007

Carta a El Faro

http://www.elfaro.net

Escribo esto con ojos de lector, pero extremadamente orgulloso de haber pertenecido unos años atrás a El Faro. Y me siento libre escribiendo esto porque me he alejado bastante de esta redacción desde hace un par de años, incluso a nivel personal de la mayoría que la componen, y eso me hace sentir lo suficientemente afuera para verlo con ojos de consumidor satisfecho.

Y es que esta semana El Faro le ha dado una edición tan completa a sus lectores, tan refrescante a la visión de los demás medios, tan generadora de nuevos debates y cumpliendo la sana tarea periodística de dar verdaderas herramientas de juicio a los salvadoreños.

Creo que el reportaje sobre el pulso interno que se vive en el partido en el poder es una joyita si se intenta saber cómo de verdad se escribe la historia del país: en reuniones sociales, con tragos de por medio, como una amena plática de negocios y con una mordida a una boquita después de haber decidido si se avala o no una reforma fiscal... o una candidatura.

Alarma saber que dos propietarios de medios de comunicación que tienen que ver con el periodismo toman parte en esas decisiones. Alarma porque es imposible no notar que se vicia desde la cabeza editorial todas las salas de redacción y todo intento de enfoque de noticia queda ya sumido en la duda. El Faro, en este caso, no ha descubierto nada nuevo, pero asombra ver como las fuentes lo dicen sin ningún pudor ahora y mis ex compañeros de redacción sin ningún asomo de cuestionamiento, porque la situación se ha hecho tan normal y “necesaria” que ya a nadie escandaliza.

Me ha dolido saber de la negligencia de las autoridades que han permitido la destrucción de un patrimonio arqueológico de primer orden sólo por beneficiar económicamente a un puñado de personas. Ahora entiendo más por qué nuestros países tienen graves problemas de subdesarrollo. Si tuviéramos otra visión, invertiríamos en el descubrimiento y conservación de esas ruinas, atraeríamos turistas con ellos, se podría formar una “triángulo arqueológico” entre San Andrés, Joya de Cerén y este nuevo sitio. Pero no. Si no me equivoco, (y si lo hago mis más sinceras disculpas) el dueño de esos terrenos es padre de la presidenta de la “Fundación Sí a la Vida”, y aún no entiendo como alguien no le ha podido decir que la cultura es vida y que lo que más hace falta en el país es cultura.

Me encantó la nota sobre el debate que se vive en Guatajiagua. Personalmente, creo que deja bien planteado la polémica que se vive entre mantener las tradiciones intactas o tratar de sobrevivir en una enorme carrera competitiva. Ahí es donde menciono el papel de El Faro de poner sobre el tapete herramientas de juicio para nosotros los lectores.

Las columnas también encajan en ese sentido. Personalmente, me encanta la manera expositiva de mi amigo Alberto Valiente. A mí, que sé tan poco de sistemas políticos y económicos, me da la posibilidad de ilustrarme en una media hora lo que hubiera tardado días o semanas leyendo en libros más profundos.

Me “encantó” la columna de Paolo. Me encantó entre comillas por lo mismo que me gustan las columnas editoriales de El Diario de Hoy: porque lo hacen a uno tomar una posición tan visceral como la misma columna transversal. Primero, y aunque no leí el artículo original del Washington Post, no pienso que el trabajo del periodista estadounidense sea desestimado por un par de errores que a mi juicio ha magnificado Paolo.

Quitando la enorme metida de pata del cargo de Araujo, un error que está sobre toda discusión, creo que el hecho de que haya mencionado mal un apellido o que no sea un experto en geografía salvadoreña no quita ni pone al asunto. Paolo, te pregunto porque sé que sos extranjero, pero sabías los nombres de todos los cerros de la zona norte de Morazán antes de tu experiencia en la guerra? Sabías a la perfección cómo se deletreaba cada apellido, cada nombre, cada apodo? El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

Creo que si este periodista gringo no hubiera sacado a la luz las declaraciones de Salgado, que a mí juicio si es un verdadero actor de la guerra (a menos que para serlo había que haber estado en Chapultepec o ser miembro de alguna comandancia general), no nos habría dado más elementos para sentenciar con más firmeza lo que es verdaderamente esencial en este asunto: qué tan faltos de líderes políticos estamos que un populista como el alcalde migueleño sea un actor de la vida nacional.

Por cierto, felicitaciones a El Faro porque donde leí por primera vez la noticia de las tonterias de Salgado fue con ustedes.

Por último, me encantó la Plática de la Semana aunque cuando vi quién era el entrevistado no me llamara la atención. Aún así la leí y me cambió la percepción de Urbina, y no es que deje de pensar que en el fondo él tiene que acatar o no la línea editorial para quien trabaja, pero si me hizo ver que no es un títere o alguien sin criterio. Después de esa plática, uno llega a la conclusión de que nadie es blanco o negro, sino que siempre estamos en una escala de grises. Y como periodista, que envidia dan Rafa y Urbina de saber que cubrieron la firma de la paz.
Eso era todo y sólo espero que todas estas buenas notas de El Faro también abarquen algún día la parte deportiva.

Nota:
El Faro fue el primer medio de comunicación donde trabajé y en el que desarrollé y aprendí las mayorías de mis actividades periodísticas. Laboré por cuatro años de forma intensa y un quinto año de manera esporádica. Dejé El Faro por mi trabajo en La Prensa Gráfica y porque me sentía bastante aislado en los últimos meses al interior de la redacción. Mi alejamiento definitivo, un poco posterior, fue por razones personales con otros periodistas y por la gran epidemia que cunde en esa redacción: el ego

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi también me gusta mucho leer el Faro. Sobre todo cuando uno está lejos... ayuda a ver la otra cara de las cosas que pasas. No he leido esta edición (estoy con mil cosas!!!!) pero lo haré antes de que la cambien!!!!
Un abrazo,