domingo, septiembre 16, 2007

Y nos vimos en la gira del próximo milenio

Con quince años y con la costumbre de entrar a las modas tarde, o nunca entrar en ellas, yo fui uno de los últimos en corear las canciones de Los Héroes del Silencio y mi primer contacto real con la banda se debió llana y certeramente a un cassete copiado que andaba José Roberto y que me prestó cuando andábamos en Nicaragua con la Pastoral del colegio. Puta, era el Parasiempre, un álbum que todavía sigo oyendo cuando sube el nivel y el estanque de mis sentimientos no para de crecer y cuando siento que los astros no están más lejos que los hombres que trato y ya he dicho que no hay que mirar atrás aunque se esté a punto de deshacer el mundo y cuando creo que al fin ha encontrado el camino que ha de guiar mis pasos y cuando siento que estoy en la prisión del deseo junto a ti y ya no pueda nadar mar adentro después de que leí tu carta y me quedé sin fuerzas para contestar y rompí tu recuerdo de tus encías ensangrentadas, miradas de criminales y del mendigo siempre a tu lado como una sirena varada mientras mi sangre gitana que llevo dentro debe de encontrar dentro de mí en una noche de agosto las cosas más triviales que se vuelven fundamentales y cuando siento que las esquirlas de aire que deja el opio en el mismo teatro en el que tantas veces actuo y dónde prefiero la herida de un beso prolongado aunque sepa que es mentira y que sé que no tenemos nada en común y que yo no quisiera más tus malas intenciones ni pensar más de un segundo en ti porque me comentan lo que haces y uno a uno me habla mal de ti y a veces siento que te perdí como esa apuesta por el rockn’roll y ahora es una deuda que tengo que pagar como el eterno castigo de un héroe de leyenda que pertenece al sueño de un destino y aunque sienta que esta noche sea mercancía y que deje en tus manos lo que hemos acordado como un nombre de guerra que en el silencio he oído como un rumor de lágrimas goteando encima de mí y que después brinde con ellas en silencio porque no sé ni nuestros nombres aunque no ignore nuestros excesos y pierda tiempo en lo esencial y que ya no haya oración capaz de decidir por mi y que me haga pensar que cualquier oferta es buena y que sienta que entre dos tierras estoy y que no dejo aire para respirar porque de nada me sirve que las estrellas me iluminan y me sirvan de guía porque me siento tan fuerte que pienso que nadie me puede tocar como a un maldito duende que padece de insomnio y que quisiera morir de siesta en la Iberia sumergida con tal de no domar los caballos de la exhaltación que deja la avalancha de un rumbo perpetuo cuando me empequeñece la locura y se me atascan las ideas amontonadas como un tesoro y quedan teñidos de color sangre mis sueños y me estorba la memoria, los sentidos me distraen y se equivocan en las aguas de la certeza porque una bendecida fue la causa de mi fortuna y el perfume que emana del sexo cuando se le aplica la chispa adecuada y de ahí ya somos más viejos y sinceros y por eso estás en mi lista de promesas a olvidar y quedó carente de todo, disidente de la nada, muriendo por impulsos de agonizante grillete cuando el mar no cesa y deja mil puertas abiertas a la obscuridad y arranca mi máscara de tragedia que queda sepultada entre las ideas más torpes que se han visto entre océanos de oro y tumbas de sal porque podría tratarse de magia chamán en un occidente cargado de miedo porque mis alas se volvieron rotas y, entre otras cosas, ya no escriben con tinta de luz cuando me encuentro entre los brazos de la fiebre




Humanos, pero son los Héroes

“Después de 10 años, es un día muy difícil para nosotros, perdonen todas las dificultades.”
La frase la dijo Enrique Bunbury el sábado pasado en Guatemala, una especie de disculpa luego de poner en escena las primeras canciones que toda una generación de los noventa y aquellos que han saboreado sus líricas esperaban con ansias después de una década de abandono. Eran los Héroes del Silencio y estaban de vuelta.

Para comenzar, hay que decir que en un concierto tan emotivo es difícil poner en la mesa algunos detalles no tan sublimes como el sonido impecable que emanaba de las gigantescas torres colgadas a ambos lados del escenario, la imponente escenografía que se elevaba por sobre los 20 metros de altura o las enormes pantallas colocadas a cada extremo.

Pero fue precisamente en una de esas pantallas que quedó desnudo el primer desliz, cuando después de tres canciones tocaban “La carta” y Bunbury por completo olvidó uno de los estribillos y a Juan Valdivia, guitarra en mano, no le quedó más que gesticular con una sonrisa maliciosa el error del zaragozano.

Al fondo, Pedro Andreu llevaba los tiempos con mano firme y su batería se compaginaba como en los años mozos con el bajo del “apache del rock and roll”, Joaquín Cardiel, aunque de vez en cuando los que se encargaban de romperlo eran Valdivia y su hermano Gonzalo.

Y es que después de una década de no desempolvar discos tan aclamados como “Senderos de traición” y “El espíritu del vino” es compresible que la maquinaria detrás de la ejecución no estuviera del todo aceitada. Era el primero de 10 conciertos y estaban conscientes de eso.

Pero a manera de compensación, Bunbury recordó que su presencia desgarbada no pasa de moda y su voz, madurada con cuatro discos como solista, tenía que guiar a las más de 20,000 almas centroamericanas por una velada inolvidable. El desenvolvimiento del vocalista estuvo a la altura y el sentimiento de cada lírica en su rostro lo transportó hasta la pasarela frente a la tarima, donde pasaba desapercibida una batería hasta que Andreu se posesionó de ella y donde tocaron buena parte del concierto. Un detalle grande de la producción del show.

Pero, errores aparte, como cuando en uno de los solos de “Bendecida” Valdivia tuvo dificultades con la velocidad de los acordes, el show fue uno de los mejores que los ojos centroamericanos han visto y quedó claro en los coros y comentarios del público que no había nada que perdonar.

Al final el saldo fue más que positivo, y luego de dos regresos y fuegos artificiales para despedirlos, demostraron por qué por años cosecharon tantos fanáticos lejos de sus tierras.

Sin duda los presentes no recordarán los errores en el escenario ni los años reflejados en los cuatro Héroes del Silencio.


Publicada por la Fiera, La Prensa Gráfica, 18 de septiembre de 2007

Este concierto, el primer gran reencuentro de los Héroes del Silencio después de 11 años de mutismo y mi primero con la mara desde que vine, me llevó de viaje a Guate con la Fiera, la Rata, Canseco, Muancho, Pelo de Monte, Coño y Muktull; Piolo y el Cachudo iban, pero como hicieron la culerada de irse a VIP, en carro aparte y quedarse en el Princess en vez de hacerle huevos con la mara, se ganan una nota de repudio del respetable en este blog (Taura, sos un gran culero y ojalá te intoxiqués con la próxima Pílserner que te tomés!!!). Allá nos hallamos al Burguer, a la Muerte y la Isabela, la novia del Pelo Púbico, además de la Evan y dos cabrones que cenaron con nosotros que a saber quiénes eran.

Los chistes del viaje, las cervezas gallo en el camino, cómo casi nos morimos cuando íbamos a chocar con un caballo, cómo nos saltamos la barda para irnos a VIP, que al Benjamín casi le monta riata un chapín pedo, la búsqueda del hotel que nos llevó a meternos en un motel donde sólo aceptaban “la pareja”, y cómo nos llegaron a callar en el hotel, aparte de que se podía ver cagar a toda la mara.... pues queda para las próximas jodas, porque como dice la Rata: las vamos a repetir una y otra vez.


Así que este león domado deja de escribir con tinta de luz para irse a los lagos de Pokara
Y nos veremos en el próximo mileno
Bendecidas!!!!




P.D. 1 Si no se han percatado, el setlist de las canciones que tocaron, las 25, se encuentran en el primer párrafo.
P.D.2 Las fotos se deben a Muktull, y su famoso y archireconocido "plano muktull" que tan popular lo hizo en El Faro; y también a mis huesos, el fotógrafo habitual de este blog.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey igual de viejos q los Heroes se ven todos jajajaja. Un saludo.
PoLLo