miércoles, enero 10, 2007

Alemania, cuna de Juan Carlos Guidos



Comencemos con lo verdaderamente esencial de este viaje a las tierras germanas y lo que Marta y Dennis, en reconocimiento al apego de los hechos, esperararían ver con lujo de detalles. Yo, como autor de los hechos tan vergonzosos que pasaron, reconozco que me sentí como auténtico pipil y pariente del "fuhrer" Juan Carlos Guidos cuando vio los barcos llenos de hombres blancos y barbados.

Bueno, como me gusta pensar que soy el Quijote, titularía este capítulo tal como lo haría el bueno de Miguel Cervantes de Saavedra y más o menos iría así:
Que trata del donoso sahumerio que habría de provocar el gallardo viajero al enfrentarse a un artefacto de seña desconocida y de diversos acontecimientos de triste recordación en esta grande historia


Bueno, el donoso sahumerio fue que casi le prendo fuego al apartamento de los Tejada Escoto en Stuttgart cuando quise poner a tostar un pan francés en un artefacto de seña desconocido, es decir, un hornito microondas que al mismo tiempo era tostador (y que Marta no me dijo!!!) y que para colmo y remate de males estaba en alemán.

Los diversos acontecimientos de triste recordación fue que el pinche pan francés agarró fuego porque encendí los dos hornos al mismo tiempo y el volado comenzó a echar más humo que un bus de la 33, de esos que salen a la par del Simán Centro y que van al Plan del Pito. Casi me asfixio cuando abrí la puerta del hornito y sólo alcancé a tirar el pan al lavatrastos para que se apagara. La cocina se llenó de humo en segundos, quise abrir la ventana y los muy malditos alemanes las hacen bien raras y, cuando jalás toda la manecilla, se desploman pero no se abren del todo. Así que lo único que logré fue abrir una media rendija.

Me puse a zocar que ya iba a sonar la alarma contra incendios, porque mi experiencia acá es que medio humo de cigarro, incluso las secadores de pelo, las activan. Y cómo les explicaba a los bomberos que sólo había sido un pan que agarró fuego si no sé nada de alemán y es mentira el mito que todo mundo habla inglés (en Suecia y Noruega sí, pero en Alemania no todos). Aparte, la multa por una falsa alarma es como de 500 euros y ahí se me iban todas las vacaciones por el bendito pan.

Marta y Dennis andaban por el súper comprando las cosas para preparar la cena de navidad y ya sentía que los dueños de la casa, dos viejitos super amables pero ya bastante golpeados por los años y que viven en el apartamento de la primera planta, caían redondos de un paro cardíaco al ver la humazón y sentir la patada a quemado. Porque creánme, era una humazón paloma, sino pregúntente a los Tejada Escoto.

En ese momento, alguien tocó la puerta alarmado y pensé: son los viejitos, hoy sí la cagué. Pero eran Marta y Dennis, que ya regresaban del super, y que estaban afligidos al sentir el olor a quemado. Bueno, ellos apagaron el horno, abrieron las ventanas (y así pasamos un par de horas aún cuando estábamos como a –2 grados). La patada a humo duró varios días, no sé cuántos, porque nos fuimos a Barcelona todos juntos a pasar fin de año y todavía seguía oliendo.

El último párrafo de esta historia queda a cargo de Marta y Dennis, para que cuenten su lado de los hechos y lo que sucedió después... esperamos entonces.


Al borde de la Selva Negra

La mayor parte de mi viaje en Alemania lo pasé en la ciudad de Stuttgart, ubicada al sur del país y capital del estado de Baden-Wurttemberg.

Ahí Marta está estudiando una Maestría en Ingeniería en Producción de Energía Nuclear, para después aplicarla en el país usando como materiales radioactivos componentes que sólo se hallan en ciertas zonas de allá como guisquiles, caimitos, pipianes y semillas de paterna. No, pajas. Es una maestría en control ambiental de calidad de aire, desechos sólidos y agua contaminada. O sea que es menos complicado la producción de energía eólica usando jocotes de corona que lo que está sacando ella. Y bueno, ella vive con su esposo Dennis, que también está sacando una Maestría, pero en Economía, y ahora trabajando en la Hewlett Packard.

Stuttgart es una ciudad con casi 2 millones de habitantes, la sexta más poblada en Alemania, y sede de importantes empresas nacionales como la Daimler Chrysler (en pocas palabras, la Mercedes Benz), la Porsche y la Bosch. Tanto la compañía de la estrella de tres puntas como la marca de la yegua negra tienen imponentes museos sobre la historia del automovilismo y de sus modelos. Aclarando, el símbolo de la Porsche no es un corcel, esa es la Ferrari, sino como dije una yegua negra, porque Stuttgart fue fundada precisamente alrededor de los antiguos establos del duque Liudolf Von Schwaben.



La ciudad, que fue casi destruida completamente por las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, gira alrededor de la Schlossplatz, una gigastesca plaza rodeada de extensas áreas comerciales y por dos palacios, el Neues Schloss y el Altes Schloss. Al final nunca supe cual era cada palacio porque yo creo que ni Marta estaba segura.

Stuttgart cuenta también con una imponente catedral, que se ve desde todos lados, pero a la que es difícil acceder y sólo se llega por una intrincada red de pequeños pasajes (tal vez yo lo sentí así porque era la época navideña y el lugar estaba abarrotado de negocios. Pero sea como sea la ciudad se ha comido todos los espacios alrededor de ella).

La ciudad es la cuna de importantes personalidades mundiales, entre las que destacan el filósofo Federico Hegel, de cuyo museo quedé profundamente decepcionado, ya que sólo tenían el gorrito del compadre y unos cuantos libros de él; Gottlieb Daimler, inventor del primer automóvil y de la primera motocicleta; Fernindad Porsche, fundador de la marca que lleva su apellido y del Escarabajo de la Volkswagen; y de Jurgen Klinsmann, aquel delantero que era mi ídolo cuando yo estaba pequeño y que conformaban una dupla letal junto con Rudi Voeller.

Una de las cosas que más me encantó, de verdad que me hizo sentir como el Señor de los Anillos, fue la ciudad medieval de Esslingen, que cuenta con un mercado que inició hace más de mil años. Es impresionante como se mantienen tradiciones literalmente centenarias, la gente se viste a la antigua usanza y los puestos de venta lucen como en la Tierra Media. Estoy seguro que la Fiera no hubiera querido salir de ahí, digo, el es un hobbit y se hubiera sentido a sus anchas.


Mercedez Benz, orgullo germano

Stuttgart fue la cuna del automovilsimo. Fue acá, que de manera simultánea, tres ingenieros inventaron un motor que dotaba del suficiente impulso y energía a un carruaje de movimiento independiente. En una zona de la ciudad trabajaban Gottlieb Daimler, ayudado por Wilhem Maybach, mientras que en otro sector hacía lo mismo Karl Benz, todo ello sin conocerse.

Ambos fundaron compañías independientes hasta que en los años 20 decidieron fundirse para hacerle frente a la crisis económica de la postguerra. Ya para ese entonces, los famosos “Mercedes Benz”, el primer carro pensando para satisfacer la necesidad de lujo de las clases pudientes, ya existía. El nombre surgió cuando un distribuidor, Emil Jellinek, empezó a vender en otros países esos vehículos utilizando el nombre de su hija mayor. De ahí viene el bendito “Menche”, y no como la leyenda urbana salvadoreña que asegura que era el nombre de la esposa del inventor.

La Mercedes Benz no sólo es la marca más antigua de automóviles, sino que pronto incursionó en la fabricación de motores de aéreos, marítimos y hasta de zepelines. También fue pionera en la invención de diversos modelos de vehículos terrestres para satisfacer las necesidades humanas. Fue a ellos a los que le debemos el camión, para el transporte de mercancía; la motocicleta y el autobús, para llevar al talego de mara de un solo. También se les debe la invención de la limusina, que sigue su misma filosofía de producir vehículos de gran calidad estética y alta ingenería a un alto precio pero sin demasida distribución. Aunque el carro mád popular de la historia y el más accesible durante décadas, el Volkswagen Escarabajo, fue probado y creado en sus plantas de producción a partir del diseño de Fernindad Porsche.




El otro gran hito de la historia de la Mercedes Benz fue el diseño de modelos de alta velocidad. Fueron ellos los que aplicaron el aerodinamismo a los vehículos, cambiando la antigua concepción de coches de caballo, altos y cuadrados, por modelos más bajos y con líneas redondeadas. Realmente da orgullo ajeno ver como se iban poniendo metas y las cumplían con creces. En 1902, la meta era superar los 60 kilómetros por hora y ya para 1904 hablaban de quebrar “la histórica barrera de los 100”. En 1908 ya tenían vehículos que corrían 125 kilómetros y, dos años más tarde, el Rennwagen se convertía en el medio de locomoción más rápido de su tiempo, incluso más veloz que un avión o un tren, al alcanzar los 228 kilómetros.

Fue de esa pasión por la velocidad que surgieron las legendarias Silberpfeile, o Flechas Plateadas, que fueron amas y reinas de las competencia y carreras durante 40 años y que se retiraron del mundo del automovilismo justo en la cúspide, cuando eran comandadas por el mítico piloto argentino Juan Manuel Fangio. Pero esa es una historia que pienso contar en La Prensa Gráfica y ojalá me la publiquen algún día. Hasta entonces, tengan paciencia.






Munich, el centro de Bavaria

Mi viaje por Alemania me llevó a Munich, capital del estado de Baviera y la tercera ciudad más importante de Alemania, con una población de 2.7 millones de personas. Como la gran mayoría de ciudades alemanes, Munich fue reducida casi a cenizas durante la Segunda Guerra Mundial, aunque tuvo la suerte de que los aliados intentaron cuidar los monumentos históricos más importantes.

Munich es una de las ciudades con más historia de Alemania, tan larga que llega al tiempo de los romanos, cuando estos tenían un asentamiento en ese lugar. Aunque la primera mención de Munich ocurrió en el año 1158, cuando Henry El León, duque de Sajonia, autorizó la construcción de un puente sobre el río Isar al lado de un convento de monjes. Actualmente, el escudo de armas de la ciudad es un monje sosteniendo una Biblia roja en la mano, para recordar sus orígenes

Una distintiva de Munich, a diferencia de muchas ciudades alemanes, es que es eminentemente católica y no protestante, llena de imponentes iglesias y cuyos campanarios dan a la ciudad la imagen de un gigantesco alfiletero. Mi primera parada fue la Miakelkirche (o Iglesia del Arcángel San Miguel)), un santuario muy bello por fuera y con un altar bellísimo por dentro y que está regentado por la Compañía de Jesús. Cerca se encuentra la iglesia más importante de todas, la Frauenkirche (o Iglesia de Nuestra Señora. La traducción exacta sería Iglesia de las Mujeres, pero en sí hace referencia a María, por lo que encontré en Internet que la equivalencia más acertada sería Nuestra Señora.

Los campanarios de la Fraunkirche dominan toda la ciudad con sus 100 metros de altura y finalizan en unos extraños domos verdes que le dan un aspecto medio musulmán u oriental. La Iglesia de Nuestra Señora es muy sencilla por dentro, con un largo salón enteramente pintado de blanco rematado a los costados por una hilera de columnas bastante continuas que dan la impresión de que el edificio no cuenta con ventanas.

La iglesia es la tumba de lo más importantes reyes y duques de Baviera, aunque para ser sincero, y a pesar de las explicaciones de Marta (porque todo estaba en alemán y no entendía), a mí sólo me sonaba el nombre de Luis IV. Aún me acordaba un poquito de las clases del Padre Ibáñez y la de Chusito en el Externado en las que hablaban de Luis El Germánico, que había sido uno de los últimos emperadores romanos.


Apenas a un minuto de ahí, se encuentra la Marienplatz, centro de la ciudad y que sirve de fachada a una de las alcaldías más bonitas que he visto: la Rathaus del Glockenspiel, cuya característica más distintiva en su gigantesco reloj “cucú”, el más famoso del mundo, y que narra una historia medieval de amor, la del duque Wilhem V luchando por su amada Renata de Lothringen. Yo ya había visto imágenes de ese gigantesco reloj y sabía que estaba en Alemania, lo que si no sabía es que estaba en Munich. Igual, tuvimos el placer de contemplarlo junto con Marta y Dennis.

Lo que sí sabíamos de la Rathaus era que contaba con la “imponente” estatua de un dragón verde tratando de escalar una de las columnas del edificio. Va de buscarlo y nada que aparecía el bendito dragón, entramos al patio central y nada, le dimos la vuelta al edificio y nada. “Pero la guía dice del dragón”, repetía Marta. Al final, cuando dimos por vana la búsqueda, nos fijamos en una pequeña estatua en una de las esquinas del edificio. De dragón y de imponente nada, pero de tenguereche gordo y crecido tal vez.

Como fue una visita de un día, y el tren duraba unas tres horas y media, fue un viaje cansado y no pudimos ver bastantes lugares interesantes y de gran importancia histórica en las afueras de la ciudad como el Palacio Schleissheim, el tercer palacio barroco más grande de Alemania; el Palacio Nymphenburg, cuna del rey Maximiliano Enmanuel II; y la casa del parlamento bávaro o Maximilieaneum.

Lo que sí nos dio tiempo de ver fue el pequeño museo de la BMW, la principal empresa de esta ciudad, y el Estadio Olímpico, construido por Hitler. Sólo como un dato histórico más, el Nazismo (antes y después de su llegada al poder) tuvo uno de sus principales bastiones en esta ciudad.


Ludwingburgo
El Castillo de Ludwingburgo es el principal edificio de estilo barroco de Alemania y el segundo de Europa, después del reconocido Palacio de Versalles, en Francia, y está ubicado a unos 12 kilómetros de la ciudad de Stuttgart.

Fue construido entre los años 1718 y 1723 por orden del Eberhard von Wurttemberg, quien al principio pensaba construir una residencia veraniega, pero lo terminó como un suntuoso palacio sólo para demostrar su poderío y riqueza. Aunque la primera piedra de la edificación fue colocada oficialmente en 1704.

A principios de 1800, y bajo el dominio de Napoleón Bonaparte, el palacio sufrió una profunda transformación y perdió mucho de su estilo barroco por decisión del entonces duque Friederich I, quien había sido ascendido a la categoría de rey por orden del estratega francés.

Pensándolo en modernizarlo, de acuerdo a las nuevas tendencias francesas, Friederich I le imprimió un estilo Rococó, especialmente en sus habitaciones personales y en la capilla privada de los miembros de la realeza. Esta última es algo infinitamente precioso y junto con el teatro del castillo, el más viejo en Europa en funcionamiento, son unas joyas arquitectónicas de su época.

Durante los últimos años de Friederich I y Napoleón, Ludwingburgo cayó en declive, ya que fueron derrotados por el zar ruso Alexander I, con los correspondientes costos en hombres y en dinero. El nuevo rey, Wihelm, abandonó definitivamente Ludwingsburgo y prefirió iniciar la construcción de sus propias residencias: Wihelma y Rosenstein




P.D. Muchos se preguntarán por qué titular a Alemania como la cuna de Juan Carlos Guidos. Para los del Externado no es nada nuevo, pero los demás se merecen una corta explicación: Juan Carlos Guidos fue un compañero mío del colegio con los rasgos más autóctonos que he visto. Se han fijado en la estatua que está frente a la Despensa en Antiguo? Pues ese es Juan Carlos en persona. El mero indio Atlacatl vivito, coleando y gordo. Yo estoy seguro que si los mexicanos le sacan ADN al compadre pueden volver hacer nacer a Moctezuma. Cuando yo ya conocí a Juan Carlos ya venía con un apodo que nunca se lo va poder quitar: El Indio Guidos.

Bueno, pues con el Indio estábamos en la entrada de El Imposible, esperando comenzar la gran camellada, cuando de repente venía un grupo de chavitas y se le ocurre la brillante idea de decir en voz alta: Hagámonos pasar por turistas alemanes!!! Ya se imaginarán la perplejidad del grupo al oír eso. El que menos tenía de dos metros de altura, piel blanca, cabellera rubia ceniza y ojos azules, se le ocurre salir con eso. Era demasiado. Desde entonces el Indio sumó dos apodos más: El Fuhrer o el Kaiser, por su notable ascendencia aria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Puchica, envidia total por tener esa oportunidad de conocer el viejo continente. Tomate siempre un par en mi honor... POR FAVOR.

Anónimo dijo...

Qué ondas , me costó encontrar la parte que no había leído, matado de la risa jaja de plano que fue una gran socazón!!!

Menos mal que los señores no estaban y que vinimos nosotros primero que ellos, porque como no hablan inglés, cómo te comunicabas con ellos... Al venir los señores, salí rapidito a decirles que no se preocuparan, que sólo era un pan que habíaMOS olvidado en el horno.

En mi defensa tengo que agregar, que aunque me estás queriendo echar la culpa de que no te dije, aceptémoslo... te agobia la tecnología jaja

Cuidate un montón y todavía me queda por leer varias de las nuevas entradas, pero con este tu desorden vos... me cuesta saber que ya leí y que no!!!

Un abrazo, desde Stuttgart :)

De plano que todavía al venir de Barcelona, se sentía la patada!!!