martes, enero 09, 2007

Barcelona, tributo de Gaudí




Sinceramente y para no quedar de pecador con mi conciencia, de Barcelona no esperaba tanto a pesar de los consejos de la Rata, la Minga, y Marta que decían que estaban enamorados de esa ciudad y, bueno, de la aseveración de mi buen amigo catalán Armando, quien me decía que “Barna es la ciudad de moda en Europa”. Para mí la ciudad de moda era Praga y los lugares fijos por ley de ver eran París, Roma y Londres y punto, hasta ahí, todo lo demás era ganancia.

Es más, mi desconocimiento general llegaba a tanto que ni siquiera había preparado mi ahora ya común itinerario de viaje e iba confiando sólo en que Marta se recordara bien de “los lugares” que había que ver. Yo me limitaba y conformaba, por lo que había oído o leído, a ver la iglesia de La Sagrada Familia y, para que vean lo pagano y mundano que soy, a visitar el Nou Camp.

Existían otros incentivos claro como conocer lo más que pudiera de la verdadera madre patria – el plan ahora es regresar por Madrid, San Sebastián y Granada - o visitar algunos conocidos como la Chipus y conocer al que será su flamante esposo; mi chistosa amiga, la Mongol, y también conocer a su esposo, Tomás; además de ver, claro, a Armando y Neus y su pequeño guanalán Adriá (menuda noticia de que ya habrá otro pronto!!!).



Pero Barcelona es una ciudad magnífica, la de “moda”, lista para recibir visitantes y generar siempre nuevo turismo, es cosmopolita, repleta de vida y de opciones para cualquier hora del día (excepto de 3:00 a 5:00 p.m., cuando los muy majos se toman su siesta) y llena de una riqueza cultural que cruza por varias etapas de la historia y que llegó a su máximo culmen con Gaudí, en una época bastante contemporánea aún.

La capital de la región catalana es la segunda mayor ciudad de España, con 1.5 millones de habitantes, aunque con las poblaciones de sus alrededores supera ya los tres millones de habitantes, lo que la convierte en el décimo nucleo urbano de Europa.

Barcelona está ubicada justo enfrente del Mar Mediterráneo (la primera fotografía de este blog es cuando estuve frente a frente con esta tan mencionada parte del océano) y bastante cerca de la cordillera de Los Pirineos, la frontera natural que la separa de Francia.

Durante su larga historia, que inició unos dos mil años A.C. (Antes del Colocho), Barcelona ha tenido como protagonistas a diversos pueblos como los iberos, cartagineses, romanos, visigodos.

Actualmente, aparte del floreciente turismo, a lo que apuesta fuerte la ciudad, Barcelona mantiene su tradicional y pujante actividad económica, aunque las fábricas se estén desplazando ahora hacia las periferias y liberando el centro urbano para servicios y finanzas.

Fue divertido la forma en la que Marta me hizo caer en la cuenta de la diferencia entre una verdadera ciudad industrial y un país “industrial” como nosotros, pero en realidad dedicado solamente a la manufactura de productos o a la maquila de ellos. Y es que la ciudad abundan las chimeneas escupiendo humo y vapor de agua sin parar (el aire de Barcelona me pareció bastante sucio y contaminado, idéntico al que se puede respirar –o al que no se puede – en el centro de San Salvador) y bueno, yo solté mi sincera frase: “Mirá que yo allá no veo tantas chimenas como acá”. Y la respuesta de Marta fue bastante cultural: “Ahí es donde te fijás que no tenemos industria, porque las chimeneas han sido siempre símbolo de progreso”. Sin comentarios.

Barcelona también se ha convertido en los últimos años en el primer puerto del Mediterráneo en tonelaje de mercancías y en número de contenedores. También es el primer puerto mediterráneo en barcos de cruceros que recalan en la ciudad. Con Denis tuvimos la oprtunidad de ver estos edificios de lujo flotantes y tomar algunas fotografías de esos yates de mara forrada de bolas.

Algo que también me gustó mucho es el eficiente, y para mí barato, sistema de transporte público, con metros que te llevan rápidamente a los lugares claves y cubren toda la ciudad y bien conectado con el servicio de buses. Creo que Barcelona está al nivel de megaurbes como Londres, que por el momento es mi única referencia de un verdadero monstruo urbano. Aunque si visitan la ciudad, les recomiendo paciencia y un combo del Burguer King al intentar comprar un boleto de tren en la RENFE, pues el eficiente servicio toma alrededor de dos horas.

Creo que la única decepción que me llevé de Barcelona fue su arquitectura religiosa. No sé, talvez porque tenía grabado en piedra que las más importantes iglesias de Italia y España, por su férrea vinculación con el catolicismo, eran por ley majestuosas e impresionantes. Pero no me llevé esa impresión de las dos templos que visité: La Catedral y Santa María de la Mar.

Me parecieron más bien sobrias y bastante asfixiados por la ciudad, porque no tienen espacio libre a los alrededores, y Santa María de la Mar ni siquiera el común atrio de la mayoría de iglesias. Por dentro también son bastantes sencillas, posiblemente la Catedral cuente con un mayor conjunto de imágenes religiosas que Santa María del Mar, pero aún así me quedé con un vacío en la exigencia. Creo que mi percepción de que las iglesias en España tendrían que ser bellas se cumplió en Valencia, donde iglesias muchísimo más pequeñas, como la de los Santos Juanes o la de El Patriarca, eran increíblemente bellas.

Aunque me faltó visitar la Iglesia del Sagrado Corazón, ubicada en la cumbre de la montaña Tibidabo, y que luce bastante bella.



De lo que no me puedo quejar es de la intensa, intensísima, actividad social y cultural de Barcelona. Caminar por la Rambla, promocionada como la vía peatonal más larga del mundo, en medio de decenas de kioskos de ventas de flores, periódicos, souvenires y pajaritos, mientras se observa a una infinidad de artistas que se quedan estáticos en diversas poses a cambio de monedas, y terminar desembocando en el monumento de Colón, frente al mar, es una de las actividades que por ley se tienen que realizar en la ciudad condal.

Otra avenida peatonal, la Rambla del Raval, atraviesa el Barrio Gótico, una intrincada red de callejones llenos de comercios y donde se desarrolla gran parte de la actividad cultural bohemia. Hicimos estación en uno de los bares más famosos de la ciudad, El Bosque de las Hadas, y a mí me encantaron dos cosas: el ambiente, que es increíble, con decoraciones que uno cree que está chupando en El Dragón Verde de El Señor de los Anillos y la otra la clara, la bebida española, que es una mezcla de cerveza con jugo de limón. También fuimos a la Oveja Negra, el equivalente al Don Pedro de allá, en lo que respecta a buena hartazón y barato.




Gaudí, monumento de sí mismo


Creo que Barcelona hace bien al no dedicarle un monumento o una estatua al genial arquitecto catalán. Primero, porque sería cacofonía pura, ya que el mismo Gaudí se dedicó a perpetuarse a sí mismo con maestría a través de sus obras y, segundo, por lógica de humildad, ya que es como que si una mosca intentara hacer algo majestuoso para la mas exóticas de las mariposas, porque la ciudad jamás podrá pagarla lo que hizo Gaudí con ella.

Lo primero que vimos del innovador artista fue la Casa Battló, ubicada sobre la amplia avenida del Paseo de Gracia, y construida entre 1905 y 1907. Para mí, es la que muestra la fachada más interesante y mejor trabajada de las obras que vi de Gaudí, con suaves ondulaciones tapizadas con un colorido mosaico de cerámica como las escamas de los peces o de algunos reptiles y coronada por una serie de balcones que me recordaron las máscaras de fiesta venecianas.

La casa Battló tiene la categoría de Patrimonio de la Humanidad por su elevada importancia en el desarrollo de nuevos cánones estéticos en la arquitectura.

En el mismo Paseo de Gracia se encuentra otra monumental residencia diseñada por Gaudí: La Casa Milá o La Pedrera, construida entre 1906 y 1912 y cuyo objetivo inicial era ser un edificio de apartamentos para la adinerada clase burguesa catalana de aquel entonces. Tal como la Casa Battló, la fachada de la Casa Milá no tiene planos rectos y es en su totalidad un conjunto de amplias ondulaciones y detalles curvos, incluyendo su techo.

Otra diferencia con la Casa Battló, es que no muestra el colorido mosaico de cerámica, sino que la fachada está hecha de piedra natural de color claro (sinceramente, nos dijeron de qué cantera pero ya no me acuerdo), salvo la azotea, que está forrada de cerámica gris.

Pero la genialidad de Gaudí no sólo se plasmó en el cuido de las líneas de la fachada, sino que también en el interior y el techo del edificio. Es más, incluso el área dedicada para tendero u oficios domésticos es un impresionante pabellón de arcos que recuerdan el entramado del esqueleto de una serpiente.

La azotea también es bellísima. Las salidas de las escaleras, así como todas las chimeneas, son bellas estatuas de extrañas formas, para mí incluso humanas o semihumanas, exactamente como los del filme alemán futurista Metrópolis.




La última de las obras de Gaudí que visitamos con Marta y Denis fue el Parque Guell, ubicado en las faldas de las colinas que bordean Barcelona, y fue construido por el arquitecto entre 1900 y 1914. En un principio, fue pensado como un lotificación residencial suntuosa para la clase alta catalana, pero el proyecto fue un fracaso en términos financieros, porque al final sólo se vendieron dos lotes, y uno fue comprado por el mismo Gaudí, pero en 1926 la ciudad adquirió el terreno y lo convirtió en un parque público.

El Parque Guell es una de los lugares donde Gaudí plasmó con mayor intensidad su intensa filiación con la naturaleza. Las columnas simulan palmeras, cuevas, ríos de lava, el oleaje del mar, pero jamás hay algún ángulo recto o artificial.

El punto central del parque lo constituye una plaza de tierra suelta pero que sirve como un inmenso “captador” de agua lluvia que luego brota por gravedad en las fuentes diseminadas en el lugar. El borde de esa plaza, que está sostenida por “cien” columnas en forma de estalagmitas (las columnas naturales de las cuevas), es una inmensa línea ondula tapizada por cerámica y cristalería propia del artista que sirve como mirador y como banca para descansar.


En 1984, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad






Iglesia de la Sagrada Familia


La más magistral obra de Gaudí y, posiblemente, el lugar más conocido de Barcelona es el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, una gigantesca iglesia, única en su género y estilo y que aún no ha sido acabada a pesar de que en el 2007 se cumplen 125 años desde que inició su construcción.

Gaudí inició la construcción de la Sagrada Familia cuando tenía sólo 31 años y, aunque dedicó los restantes 43 años de su vida a verla terminada, hasta que murió atropellado por un tranvía, pudo ver muy poco terminado, apenas una torre, de las 18 que tendrá al final, y sólo una fachada de las tres que están contempladas.

Precisamente, esa fachada, conocida como La Natividad, y que fue pensada en su totalidad por Gaudí, es una de las mayores obras de arte de la escultura y arquitectura mezclada. La primera impresión que me dio es que alguien había esculpido en un inmeso castillo de arena de mar, pero después encontré una definición que me parece mejor: Gaudí esculpió sobre un enorme nido de termitas. Las esculturas narran el episodio del milagroso nacimiento de Jesús de Nazareth según los evangelistas y Gaudí se encargó de plasmarlo con la mayor naturalidad y emotividad posible.

La fachada no deja ni el más mínimo escondrijo a la imaginación, ya que está cubierta en su totalidad por la desbordante habilidad de Gaudí y que crea una impresión fantástica y mágica. La otra fachada terminada, La Pasión, es obra de Josep Subirachs, pero hasta el día de hoy el nuevo arquitecto es castigado por la crítica popular de haberse apartado de la línea original de Gaudí. Subirchas apostó por una línea muchísima más moderna y menos recargada y encargó las esculturas a un artista japonés de estilo contemporáneo, lo que provocó una enorme división de estilos entre las dos fachadas.
A pesar de la discrepancia, hay que reconocer el elevado nivel artístico, lo que le valió para ser incluida también en los sitios Patrimonio de la Humanidad en el 2005. Aún queda realizar la fachada denominada La Gloria.

Otro de los elementos fascinantes de esta iglesia, son sus columnas centrales, alejadas totalmente del estilo tradicional de inmensas y rectos troncos que sostienen la nave principal. Las columnas de la Sagrada Familia siguen fielmente la inspiración de Gaudí de copiar los diseños de la naturaleza y son enormes troncos de árboles cuyas ramas están pensadas para sostener el inmenso peso del techo.

Cuando la iglesia sea terminada, la torre central dedicada a Jesucristo será la costrucción más alta de la ciudad. La segunda torre más alta será consagrada a la Virgen María, cuatro más a los evangelistas y las doce más pequeñas a los apóstoles.





Actualmente, más de 2 millones de personas visitan el templo, lo que ayuda a sufragar los gastos de su construcción, aunque a mí me levantó la sospecha de que los encargados de la construcción retrasan deliberamente la obra para seguir percibiendo esos enormes ingresos. Ya que entrar a la iglesia cuesta cerca de los 10 dólares.

Pero como dijo Gaudí cuando se le achacó la enorme tardanza de la construcción: “Mi cliente – Dios – nunca tiene prisa”. Pero parece que la paciencia de Dios se verá recompensada en el 2026, cuando se ha anunciado la finalización de la obra para conmemorar los 100 años de la muerte de Gaudí.




















Barcelona FC

La más mundana de las atracciones de la ciudad condal que visitamos fue el Nou Camp, el estadio del Barcelona FC, el SEGUNDO mejor equipo de España y que en el último par de años ha atravesado uno de los momentos más éxitosos de su larga historia, desde que fue fundado en 1899, y entre los que se incluyen dos ligas españolas de forma consecutiva y una de Liga de Campeones de Europa, el trofeo más codiciado a nivel de clubes.

A pesar de mi madridismo, tengo que reconocer que actualmente el “Barza” es uno de los clubes que mejor fútbol obsequian en el campo y que cuentan con el mejor jugador del momento, el brasileño Ronaldinho, aunque este ha tenido un notable bajón de nivel desde el mundial. Esa supremacía en el campo de juego le ha valido también para que alcance los 150 mil socios, lo que lo convierte en el club con mayor número de afiliados en el mundo.

El Nou Camp es también uno de los mejores estadios de España, donde es calificado “categoría 5”, y por lo tanto puede albergar partidos finales de grandes competiciones y tiene capacidad para 98 mil aficionados sentados. A mí me pareció un estadio gigantesco, pero un poco viejo y que urge de una necesaria remodelación. Es decir, es infinitamente mejor que nuestros estadios como el Cuscatlán o el Mágico González, pero después de ver el Stamford Bridge del Chelsea y el Gottlieb Daimler en Stuttgart, queda una sensación en la boca que el club culé debería tener algo mejor.

Nos tomamos las respectivas fotos de turistas con Marta y Denis, este último en su salsa, soñando que algún día hacia dupla con Eto’o en el frente de ataque barcelonés. Yo me tomé una foto enfrente de la dos Copas de Campeones que ha ganado el Barza, pero haciendo la señal con mis manos del “número 9”, en alusión a las nueve veces que el Madrid ha alzado la copa.


Lo mejor del recorrido por el estadio es el museo de la institución, donde se recogen, aparte de las dos “orejonas”, las 18 ligas españolas que han ganado, las 24 copas del Rey, 7 supercopas de España, 2 supercopas de Europa y 4 recopas europeas. En total, el Barza ha ganado más de 100 copas o trofeos en competiciones españolas e internacionales.

En el museo también se pueden apreciar algunos artículos de los grandes jugadores que han atravesado por el club culé como Maradona, Kubala, Lineker, Bernd Schuster, Johan Cruyff, Zubizarreta, Sandor Kocsis y Johan Neeskens. Ya de manera más reciente han pasado por sus filas gente de la talla de Michael Laudrup, Georghi Hagi, Rivaldo, Romario, Henrik Larsson y Hristo Stoichkov.




1 comentario:

Anónimo dijo...

VIVA EL BARCELONA, EL EQUIPO MAS VR....GN DEL MUNDO...ES UN PREVILEGIO QUE HAYA VISITADO LAS PUERTAS DEL CIELO