viernes, abril 13, 2007

De donde se da sobrada y certera cuenta de las bondades del cacao

Ciertamente, los pasteles de chocolate son los mejores del mundo por varias razones: primero, porque uno puede chuparse uno por uno todos los dedos de la mano para no desperdiciar nada y los dedos quedan limpios y relucientes, listos para volver agarrar una segunda, una tercera e incluso una cuarta porción. Eso no se puede hacer, por ejemplo, con los pasteles de caramelo, porque uno siempre queda pegajoso y sucio e, incluso, muchos estudiosos y científicos han asegurado después de varios años de arduos experimentos que ya la segunda porción no sabe igual por la misma causa, y ni pensar en una tercera o cuarta rebanada; segundo, uno puede reírse a carcajadas de los demás cuando quedan con la boca y la cara llenas de migajitas de pastel de chocolate, y lucen como esos payasitos de los circos pobres que viajan de pueblo en pueblo llevando alegría y que se pintan con pasta para lustrar zapatos porque no tienen dinero para nada más. Entonces una sabe que hay que reírse a carcajadas porque es mejor eso a ponerse a llorar junto a ellos. Y hasta el momento no hay ningún caso documentado en los libros de historia moderna de alguna persona que se le haya ocurrido reírse cuando su amigo queda con la boca llena de pastel de cereza. Y es que sería de mal gusto burlarse de una boca colorada, que más parecería que acaba de caerse y romperse todos los dientes a una que hubiera finalizado de saborear un delicioso postre; tercero, porque uno puede sumergir un pedazo de pastel de chocalate en una taza de leche o café caliente y nadie se molesta que la leche se torne de color café y sepa y huela a chocalate. Pero a quién se le ha ocurrido mojar un pedazo de pie de limón en leche? Pues a nadie claro, sencillamente porque a nadie le gusta la leche de color verde pálido y que tenga sabor ácido; cuarto, uno siempre recibe con agrado un abrazo o un beso de alguien que huela a chocolate. Cosa imposible con el pastel de zanahoria. Aunque una vez, un viejo contó la historia de un hombre a quien le gustaba recibir abrazos y besos con sabor y olor a ese vegetal, aunque tiempo después fue internado en un hospital para locos cuando fue hallado saltando en la calle, moviendo la cola y viviendo en una madriguera que el mismo había cavado en el patio de su casa. Aparte de que se descubrió que tenía más de veinte esposas y casi cien hijos; quinto, si uno se ensucia la ropa, uno puede mentir o dar una excusa y nadie tiene que saber que se manchó comiendo un pastel de chocolate. Por ejemplo, uno puede decir que se ensució jugando con los niños en el jardín y todo mundo le va creer e incluso lo van a querer más y van a decir en voz alta: “Ahí va Fulano, es un buen padre, o ahí va Sutana, es una buena madre, porque siempre juega con sus hijos en el jardín”. Pero se imaginan si se manchan con un pastel de Frambuesa, con ese horrible color rojo obscuro. Uno puede decir que se cayó y que está herido, pero armaría un alboroto en su casa y terminaría en el hospital y tendría que admitir frente a un afligido doctor, que no encuentra donde está la herida, de que se manchó la ropa comiendo postre. Entonces, todo mundo lo tendría por mentiroso y dirían en voz alta: “Ahí va Fulano, no le crean nada porque siempre está inventando cosas, o ahí va Sutana, es una mala mujer y mentirosa, además que ni comer puede”.

1 comentario:

Carolina Machado dijo...

Es un éxito escribiendo Christian, vuelva a escribir :)